Año 2022, junio, 10. Foro N° 7.
Gran parte de los esfuerzos realizados por la educación católica respecto a la educación sexual en Uruguay, se han ocupado de hacer énfasis en la diferenciación de la concepción de ser humano que subyace a una educación de la sexualidad cristiana en comparación con la Educación sexual que ha propuesto el sistema oficial. Se afirma y defiende una visión integral del ser humano “biológica, psíquica y espiritual, entrelazada e inseparable. Realidad inmersa a su vez en su contexto socio-económico”. (AUDEC, 2013, N°92).

Esto ha enfrentado al pensamiento cristiano con varios desafíos: ¿Cómo justificar que la educación sexual no es parte de la educación ciudadana que una persona tiene derecho a recibir? ¿Por qué es posible educar en habilidades para la vida sin mayores discusiones y objeciones, pero cuando la educación refiere a la sexualidad del ser humano, se despliegan todas las defensas posibles? ¿No será que seguimos atravesados por los tabúes personales, familiares e institucionales y que desde allí se sigue funcionando? ¿Acaso los derechos humanos universales y las concepciones de salud vigentes valen para otras áreas de la educación de los seres humanos, pero para la sexualidad no? ¿Cómo recuperar hoy el anuncio del evangelio en la educación de la sexualidad, sin instituirnos en criterio de verdad y dialogando con el mundo ciudadano pluralista, de otra manera?
Conscientes de que el mensaje del cristianismo sigue siendo válido, y de que es posible pensar el tema de la educación sexual de otra manera, sin anular ni oponerse al marco de derechos y de salud vigentes, les propongo analizar el tema utilizando los marcos de referencia ya referidos y algunos de los principios, que nos ha planteado la misma fe católica a través del Concilio Vaticano II.

Desde las concepciones de Salud,
Es necesario afirmar la importancia de dos conceptos relacionados a la misma, a la hora de realizar Educación Sexual.
Por una parte, mencionar el concepto de ‘salud sexual’, que como sostiene la OMS, es la experiencia del proceso permanente de consecución de bienestar físico, psicológico y sociocultural relacionado con la sexualidad. “La salud sexual se observa en las expresiones libres y responsables de las capacidades sexuales que propician un bienestar armonioso personal y social, enriqueciendo de esta manera la vida individual y social. No se trata simplemente de la ausencia de disfunción, enfermedad o discapacidad” (OMS, 2000).
Por otra parte, referirnos a las llamadas ‘habilidades para la vida’, que son destrezas que refuerzan aspectos personales de orden psicoafectivo, que repercuten directamente en la forma de percibirse a sí mismo y al entorno actuando en función a ello. Estas herramientas permiten potenciar positivamente el carácter y mejorar la calidad de vida y manejarse asertivamente con el entorno según las circunstancias.
“El enfoque de Habilidades para la Vida tiene mucho que aportar en ámbitos educativos dirigidos a la promoción de la salud. Se ha comprobado sus resultados positivos en trabajos enfocados a promover la convivencia, una educación en competencias ciudadanas, la prevención de las drogodependencias, la educación para la sexualidad y la prevención del VIH/sida” (OMS,1993).
Los programas de habilidades para la vida desarrollan habilidades sociales, cognitivas y afectivas, fundamentales para sostener un estilo de vida saludable, sostenible y equilibrado a lo largo de toda la vida.
El desarrollo de estas habilidades en etapas tempranas de la vida ayudará a niños y adolescentes a: ordenar su caos interno; trazarse metas que impliquen motivaciones vitales; canalizar la creatividad de forma positiva; tomar decisiones asertivas en función a su edad y su entorno; relacionarse satisfactoriamente consigo mismo y con los demás, tener herramientas sociales, afectivas y cognitivas para enfrentarse a los imponderables naturales de la vida.
Las habilidades sociales son aquellas que permitirán desarrollar las habilidades de: comunicación, negociación/rechazo, asertividad, interpersonales (persuasión y motivación), cooperación y trabajo en equipo, empatía y toma de perspectiva. En un encuadre de promoción de salud y aplicado a la educación sexual, las investigaciones y la experiencia marcan que las más importantes para desarrollar son las de: comunicación, asertividad, rechazo, negociación y empatía.
Las habilidades cognitivas permitirán reforzar habilidades de: solución de problemas y toma de decisiones, comprensión de consecuencias de las acciones, búsqueda de soluciones alternativas a problemas, pensamiento crítico, análisis de influencia de pares y medios de comunicación masivos, análisis de percepción de normas y creencias sociales, autoevaluación y clarificación de valores. El pensamiento crítico permite tomar distancia de los mensajes recibidos de los medios masivos de comunicación que estructuran valores, formas de pensar y estimulan formas de actuar, en general en función a impulsos. El desarrollar la capacidad de tomar decisiones y resolver problemas, estimulan la posibilidad de esperar, en un mundo inmediatista, ayuda a calmar la ansiedad que lleva a actuar sin mediaciones, ayudan a poner un filtro entre el “aquí y el ahora” y tomar perspectiva del futuro como algo no lejano y que también depende de las decisiones del hoy. Estimula la posibilidad de ir marcando metas y objetivos a mediano y largo plazo, algo difícil de visualizar en la adolescencia. La reafirmación de estas habilidades se ve reflejada en decisiones como el uso de anticonceptivos, la elección del momento y del con quién de la primera relación sexual, el cuidado del cuerpo.
Las habilidades emocionales son las que permiten desarrollar: habilidades para el conocimiento y manejo del control interno; autoestima y confianza (autoconocimiento: autocontrol, auto- evaluación y autovaloración); planeamiento y manejo de metas y proyectos de vida, manejo de la ansiedad, enojo, ira; manejo del tiempo libre, control del estrés.
“…aprender a convivir y a dialogar con tranquilidad y naturalidad con nuestras emociones es una buena base para cualquier persona que aspira a ser autónoma y libre” (Barceló & Redon. 2000).
El trabajar estas habilidades permitirá fortalecer el locus de control interno, controlar emociones, control de la violencia, asumir responsabilidades, saber pedir ayuda, manejarse en situaciones de estrés, proyectarse.
Desde un marco de referencia de derechos,

Es importante no perder de vista que ‘La Declaración Universal de los derechos humanos’ constituye el marco ético y valórico común, consensuado por la humanidad para garantizar el respeto, la convivencia y el desarrollo de todos y cada uno de los seres humanos.
Esto significa que funciona como un catálogo mínimo de valores y comportamientos, desde donde los educadores pueden dialogar y lograr acuerdos con las familias en pro del bien superior de sus hijos/as.
Está basado en el reconocimiento de la dignidad intrínseca e inalienable de toda la familia humana. En su articulado se integran los derechos civiles y políticos, y los derechos económicos, sociales y culturales, que luego se han ido desarrollando por medio de tratados de derechos humanos específicos. “Los Derechos Humanos son atributos inherentes a toda persona por su sola condición de serlo, sin distinción de edad, raza, sexo nacionalidad o clase social”. (Badilla, & Torres, 2004).
Los rasgos que los caracterizan son: ser jurídicamente exigibles (es decir, estar reconocidos por los Estados en la legislación internacional y nacional, permite exigir su respeto y cumplimiento), irrenunciables (no se pueden trasladar a otra persona ni renunciar a ellos), además son universales, interdependientes e indivisibles.
Pensemos ahora desde los principios de la bioética.

Desde el ‘Principio de Beneficencia’, ningún educador tiene derecho a imponerle a nadie sus ideas del bien. Esto implica que todo es opinable respecto a lo valórico cuando se dialoga con las familias. Pero tiene límites, que serán: la transgresión de los derechos humanos y el anacronismo respecto a las concepciones de salud vigentes, de acuerdo a las últimas y mejores evidencias publicadas. Esto es muy importante, pues permite un diálogo y un accionar no subjetivo ni antojadizo en lo que refiere a la educación sexual. Hay límites bien marcados, que dejan de lado una serie de comportamientos y valores que, en oportunidades aparecen como miedos hacia los educadores que realizan educación sexual o resistencias desde las familias que les niegan a sus hijos, los derechos ciudadanos a los que todos tenemos legítimo derecho.
Aplicando el ‘Principio de Autonomía’, que refiere al derecho a la libertad de conciencia, es decir, al derecho a tomar decisiones en un ámbito de diálogo, respeto y privacidad, que favorezca la reflexión y la deliberación, luego de obtener la información veraz y oportuna. Ninguna autonomía para elegir se puede realizar desde la ignorancia de los aspectos de salud, o imponiéndole al otro aquellos valores que considero que son los adecuados o verdaderos. Por lo cual, toda acción educativa que promueva y despierte el sentido crítico, está colaborando a que ese ser humano elija con mayor libertad. Esto no es menor, cuando se refiere a la promoción en valores. Esto significa que, una educación en valores que aspire a formar personas libres, debe ser capaz de dialogar, enamorar, confrontar al sujeto con ese sistema de valores ideales que se le propone. Esto no asegura que el otro los adopte para si mismo, solamente garantiza la posibilidad de que el otro se pregunte por la bondad de los mismos. Y si la respuesta que dé la persona resulta positiva, recién allí hará su opción fundamental para encarnarlos. Por eso, es preferible hablar de ‘promoción en valores’ y no de ‘transmisión de los mismos’, pues el primer término contempla ese proceso dialéctico y crítico que se produce entre seres realmente libres y autónomos, mientras que ‘la transmisión de valores’, puede incluir formas domesticadoras de la persona que, más se relacionan con procesos de dominación, que de educación liberadora.
Consideremos ahora, lo que plantea la concepción cristiana.

La concepción de hombre y mujer desde donde educamos es desde una concepción humanista integral y trascendente. La sexualidad no se agota en una concepción bio-psico-sociocultural, sino que hace especial hincapié en una dimensión más personal que es una dimensión ‘trascendente’, ‘espiritual’ o también llamada ‘Interioridad’. Desde la misma, cobraría sentido el mundo de los valores, el plano de las opciones y la capacidad de amar. El hombre es, un ser abierto a la trascendencia, y esta apertura le imprime espiritualidad a la sexualidad.
En el pensamiento cristiano existen algunos valores que se consideran orientadores: ‘la persona’ como ser único e irrepetible, será el valor fundamental del cual derivan, y al que se subordinan los demás valores: ‘amor’, ‘respeto de la vida’, ‘libertad’, ‘verdad’, ‘familia’, ‘apertura a la trascendencia’, ‘autoestima’, entre otros. (AUDEC, 2004)
El mundo de los valores tiene así, un carácter trascendente, íntimamente relacionado con el campo de lo decisional. La sexualidad llega a ser una fuerza constructora de la identidad personal en la medida que haya una sucesiva maduración y una integración de la misma en el proceso personal de apertura al otro. La dimensión ética, como praxis de humanización en la historia, se vuelve inherente a la sexualidad. (França, O.; Galdona, J., 1998, p.61) Es propio del ser humano la capacidad de valorar. Y ciertos valores funcionan como fundamento de la propia persona, que dan sentido a su vida y orientan y determinan sus opciones y conductas.
Sigo pensando que, es mucho más lo que nos une …

Quisiera explicitar algunas coincidencias o cercanías de pensamiento que unen a la 'educación sexual laica oficial' y 'la educación afectivo sexual católica', sobre este tema:
a) El marco antropológico que subyace al Plan Nacional de Educación Sexual de ANEP refiere al mismo ser humano real y concreto que frecuenta las aulas de todo el sistema educativo. Un ser bio-psico-socio-cultural-económico-ético-axiológo, etc. Al respecto, el plan explicita algunos aspectos cuando define ‘la sexualidad’, coincidiendo con la definición que plantea la OMS: “La sexualidad es una dimensión constitutiva de los seres humanos, integradora de la personalidad, y en estrecha conexión con la vida afectiva, emocional y familiar de las personas, que se proyecta y expresa las relaciones sociales y en los diversos vínculos que establecen los integrantes de la sociedad en un momento histórico, económico, social y cultural determinado” (ANEP/CODICEN, 2006, p. 22). Y se explicitan algunas características propias de la sexualidad:
Constituye un campo del ser humano que pertenece a la esfera privada, pero también a la esfera pública de la persona;
Está legitimado y regulado desde un marco de Derechos a nivel internacional por Convenciones que refieren específicamente;
Posee un papel protagónico en el proceso de construcción de la identidad de las personas y sus vínculos;
Contribuye al bienestar individual y al enriquecimiento de la personalidad de la persona y sus vínculos con los otros;
La capacidad de amar constituye un componente eminentemente humano y es un elemento sustantivo en la plenitud y profundidad de las relaciones entre las personas;
Constituye un modo de expresión integral y resulta la forma de comunicación de mayor profundidad y trascendencia de los seres humanos;
Como forma de expresión integral, potencia la creatividad en la que se conjugan elementos estéticos y lúdicos;
Cómo toda dimensión humana. la sexualidad se estructura en un marco de valores orientadores de lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, que repercuten en sentimientos, actitudes y conductas;
Lo procreativo caracteriza a la sexualidad humana, como potencialidad y producto del logro de dos personas, que consciente, libremente y con responsabilidad compartida, asumen la procreación de un nuevo ser humano.
Apunta al crecimiento interior de la persona y su espíritu crítico, que los prepare para la incertidumbre y el cambio.
Basado en el marco de una ética social que considere a todos los seres humanos como ‘fines en sí mismo’.
Democrática, respetuosa de las distintas cosmovisiones, la justicia y los derechos humanos. (ANEP/CODICEN, 2006).
b) El marco conceptual aprobado en la implementación de la Educación sexual formal laica afirma en uno de sus documentos de referencia: El marco conceptual del que se parte, ubica a la educación sexual, en la confluencia de tres vertientes conceptuales: ‘Sexualidad’, en su vinculación del proceso de construirse como persona – ‘Educación’ como estrategia para la formación personal y elemento de construcción de ciudadanía y convivencia social – ‘Desarrollo y Salud Integral’, que enriquece y profundiza el valor de la Educación en la construcción de la calidad de vida de las personas; e instalada en el escenario de los ‘Derechos humanos’, como forma de garantizar los derechos de niños, niñas y adolescentes consagrados en la Convención de los Derechos de Niño y ratificado su cumplimiento por nuestro país en 1990 y la ‘Bioética’, que ofrece perspectivas que permiten ubicarse y reflexionar para la toma de decisiones frente a situaciones dilemáticas, como proceso educativo formador de ciudadanía. (ANEP/CODICEN, 2006, ps 21-31).
c) Los objetivos que el Plan Nacional de Educación de la Sexualidad de ANEP ha propuesto y explicitado son los siguientes:
“Lograr el desarrollo de un pensamiento crítico que posibilite legitimar la sexualidad como elemento inherente a los seres humanos, más que la acumulación de contenidos e información ‘per se’.
Favorecer el proceso a través del cual es posible reconocerse, identificarse y aceptarse como ser sexual durante todo el transcurso de la vida, sin temores, angustias ni sentimientos de culpa.
Favorecer el desarrollo de roles sexuales en el marco de una dialéctica de valores basada en los derechos humanos, que propicie relaciones de respeto y equidad entre las personas, superando toda discriminación de género.
Revalorizar la importancia del componente afectivo en la vida de los seres humanos y en sus relaciones entre sí, más allá del vínculo de la pareja.
Favorecer un mayor conocimiento y relación con el propio cuerpo, como elemento de autoestima y de sustento del autocuidado de la salud.
Favorecer el sustento de conductas sexuales autónomamente asumidas, placenteras, conscientes y responsables hacia uno mismo y los demás.
Propiciar la comunicación en la pareja y en la vida familiar promoviendo relaciones equitativas y horizontales dentro del hogar, destacando el respeto y consideración que en tanto personas merecen todos los integrantes, cualquiera sea su sexo, edad y condición.
Promover criterios equitativos y conductas de responsabilidad compartida en la pareja, tanto en la procreación como en el cuidado de la descendencia, como frente a la decisión y empleo de métodos anticonceptivos.
Promover conductas de responsabilidad recíproca en la prevención de las enfermedades de transmisión sexual”. (ANEP/CODICEN, 2006, 34-35).
d) El propio proyecto explicitó algunas ideas de lo que NO debería ser, ni convertirse el Plan Nacional de Educación Sexual:
No puede ser monopólica … ninguna institución o grupo puede considerarla o definirla como ‘su derecho exclusivo’, ya que constituye un derecho de la ciudadanía.
No puede ser hegemónica … e instalarse en el dogmatismo maniqueo, donde ‘desde lo externo’ se quieren imponer ‘los valores, las propias ideas sustantivas del bien y el marco axiológico’ que determina, como sujeto moral a cada persona.
No puede ser patrimonio de un grupo privilegiado … al que acceden desde sus recursos y posibilidades económicas, culturales y sociales. Debe garantizarse como base de los derechos humanos (Convención de los derechos del Niño … Principio del Interés Superior del Niño).
No puede ser improvisada …debe apuntar a niveles de excelencia, lo que requiere un cuidadoso proceso de planificación participativa, perspectiva interdisciplinaria, sólida formación y cuidado abordaje pedagógico, riguroso ámbito ético acorde con lo expresado en nuestra Constitución y compromiso de los actores involucrados” (ANEP/CODICEN, 2006, p 35).
Surge entonces, la pregunta: ¿Qué aspectos no son compartibles desde un pensamiento católico? A veces, en el afán por diferenciarse y no habiendo analizado suficientemente el proyecto planteado, se ha tendido a descalificarlo sin más, incluso promoviendo un reduccionismo aludiendo a su formulación.
Todo esto, no significa que el pensamiento cristiano no tenga singularidades propias que se deban sumar. Pero, no por eso son inválidos los aspectos antes explicitados, como puntos de concordancia, que nos unen con una educación sexual laica responsable.
Algunas especificidades que agrega el pensamiento cristiano
• Desde siempre el pensamiento cristiano afirmó la dimensión ‘espiritual’, ‘interior’ o trascendente’ del ser humano, que se suma al resto de las dimensiones ya descriptas en la Educación sexual laica. Esta dimensión, distingue a los mismos, dentro de los seres creados: ‘Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios los creó, y los creó hombre y mujer’ (Gén. 1, 27). Por lo tanto, la persona humana es signo del amor de Dios. Admitiendo su finitud, busca proyectándose a lo infinito, encontrar un sentido a su propia existencia y descubre que sólo logra trascender cuando acepta la interrelación con los otros. (AUDEC, 2004. p.11).
Esta dimensión expresa más profundamente el misterio de la persona. Desde donde el ser humano puede planificarse en un amor de entrega y apertura oblativa. La que lleva a descubrir que amor y fecundidad son valores que se incluyen y reclaman mutuamente, expresándose de manera distinta, según los diversos estados de vida. Esto nos permite comprender el sentido de una maternidad y paternidad, no sólo biológica, sino también espiritual. Desde donde, por el Sacramento del Matrimonio, esposo y esposa participan del amor creador de Dios y la genitalidad puede convertirse en un signo de comunión y de compromiso. Se valoriza el celibato consagrado como vocación al amor, con el fin de consagrar toda la vida a la realización del proyecto de Dios Creador: la fraternidad de los hijos de Dios, hermanos de Jesús. El amor se abre y asume una dimensión social: es una fuerza creativa que lleva a construir un mundo más humano. (Equipo Arquidiocesano de Colegios Católicos. Uruguay, 1988).
• Toda ‘educación afectivo sexual’ debe ser fundamentalmente una educación en y para el Amor, así como una educación en y para la libertad. Estas dos realidades caracterizan todo lo humano de forma específica y nos asemejan con Dios mismo. El pensamiento cristiano las ubica conceptualmente asociadas a esta dimensión específica del ser humano. Por eso, afirmamos: ‘el amor no es sólo un sentimiento’, sino que es una realidad existencial mucho más profunda, específica de los seres humanos.
Desde esta concepción antropológica del ser humano, el mundo de los valores tiene un carácter trascendente por definición, ya que están relacionados al campo de lo decisional. Es propio del ser humano la capacidad de valorar. En el proceso personal, ‘valor’ es aquello que se ha descubierto y asumido, o que se va asumiendo, como fundamento de la propia persona, que da sentido a su vida y orienta y determina sus opciones y conductas. Es así que, el pensamiento católico concibe a la sexualidad, inspirada fundamentalmente en algunos valores que se consideran orientadores del sentido de la existencia: ‘La persona humana’ como ser único e irrepetible, será el valor fundamental del cual derivan, y al que se subordinan los demás valores. ‘El amor’ como donación a los demás. ‘La libertad’, como aquel mediante el cual el ser humano, determina sus opciones personales y el sentido de su propia vida. ‘El respeto de la vida’ “como don de Dios, y se manifiesta por cada vida: la propia y la de cada persona que se me hace "prójimo". Esto conlleva también, cultivar la admiración, promover la defensa y la promoción de toda vida, desde su concepción, desarrollar la capacidad de percibir y vivenciar el misterio de la vida. ’La autoestima’, como esa capacidad ligada al amor que uno se tiene a sí mismo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. ‘La verdad’, ya que la persona sólo puede construirse desde y en la verdad, una verdad que significa fidelidad a lo mejor de sí mismo y reconocimiento de la realidad. El auténtico desarrollo del hombre concierne de manera unitaria a la totalidad de la persona en todas sus dimensiones, incluida la trascendente. ‘La familia’, como proyecto de mutuo respeto, promoción, ternura y amor, inmersa en un mundo inundado por la técnica y el consumo, capaz de sobrevivir, y más aún, crecer alegremente resistiendo la tentación de la hiperactividad y del consumismo, alianza de personas a las que se llega por vocación amorosa del Padre que invita a los esposos a una íntima comunidad de vida y de amor, cuyo modelo es el amor de Cristo a su Iglesia. ‘Apertura a la diversidad’, en este sentido, la aceptación y el respeto a la diversidad ha sido una actitud constante en Jesús. Él respetaba a las personas en sus opciones y de todos modos les manifestaba su amor, pero no dejó de decir la verdad y dar a conocer el plan de Dios. Seremos distintos en realizaciones, pero iguales en dignidad; todos hijos de un mismo Dios que nos quiere ante todo felices. (AUDEC, 2013).
Algunos aspectos que propongo para la acción …
Por último, enumeraré algunos aspectos que creo fundamentales destacar, para que el anuncio evangélico pueda encarnarse en el contexto socio cultural actual, y a su vez, permita encarar la Educación Afectivo Sexual en las instituciones católicas, con otra mirada más abierta.
En primer lugar, es necesario un cambio de paradigma acerca de cómo pensar y hacer la educación sexual en las instituciones educativas católicas. Mientras se siga pensando que la educación sexual que se realiza en las instituciones educativas laicas, es diametralmente diferente a lo que deben hacer las instituciones católicas, se seguirá enfatizando la diferencia y, se percibirá a toda otra forma, como errónea, mala o peligrosa. Un camino posible que evita esa situación y abre caminos de mayor diálogo con toda la enseñanza laica, es asumir los tres pilares referenciales que se definieron para la Educación Sexual laica: ‘Marco de derechos humanos’, ‘Marco de concepciones de Salud vigentes’ y ‘Marco de Principios de la bioética’. Pero, proponiendo un cuarto pilar de referencia con el cual dialogar y encantar al educando referido a ‘la concepción cristiana de la sexualidad’. De esta manera, en todos los temas de Educación sexual podemos hacer dialogar estos 4 pilares buscando caminos de acción comunes; y cuando la concepción cristiana no logra consenso con las otras, buscar la forma de proponerla, sin dejar de lado las otras dimensiones, en lo que fuera posible. Haciendo uso de esta manera de analizar las acciones educativas, quizás descubramos que es mucho más lo que nos une, en lo que refiere a la educación sexual. Más aún, si lo hacemos desde una pedagogía liberadora y no de domesticación de los seres humanos.
Otro aspecto no menor, es la dimensión de ‘la libertad’, característica específica que define al ser humano como tal. En las Comunidades Educativas Católicas, muchos educandos no concurren a las mismas por adhesión a la fe que se profesa, por tanto, encarnan criterios y estilos de vida diversos, incluso a veces lejanos a las consideraciones que se desprenden del pensamiento cristiano. Teniendo en cuenta esta realidad y adoptando un criterio respetuoso hacia la persona que se confía, sería adecuado aceptarlos, así como son, con decisiones muchas veces diferentes a las nuestras. Sin renunciar por esto, a postular las convicciones sobre la persona humana, basadas en la Revelación y en la concepción de la naturaleza de la persona humana provenientes del carácter católico de la institución con una filosofía cristiana. Esto no debe significar abandonarlas, sino por el contrario, educar proponiéndoles caminos generales de crecimiento hacia la utopía cristiana, como camino que conduce a lograr la felicidad en su integralidad, como bien mayor. Esta pedagogía supone proponer simultáneamente, también, pequeñas metas complementarias que emanan de la aplicación del principio del mal menor, buscando un crecimiento paulatino de ese educando en pro de su liberación como persona. De esta forma, estaríamos posicionándonos desde un discurso creíble para el educando, promoviendo caminos claros de crecimiento humano y cristiano, y a su vez metas posibles a alcanzar donde se abarcarían las diferentes situaciones de vida en las que se hallan aquellos que frecuentan estas instituciones.
En el esfuerzo por forjar hombres y mujeres libres es esencial adoptar como pedagogía propia, la llamada ‘educación liberadora’. Se trata de la educación para la concienciación, intenta despertar y desarrollar en todos los ciudadanos una crítica, por medio de la cual se hagan capaces: de interpretar y valorar su experiencia y su situación, de formar conciencias justas, rectas y verdaderas, de tomar decisiones asertivas, anudar relaciones de diálogo y de comunicación con otros, y de comprometerse con los demás en la transformación del universo y de la sociedad, para conseguir mayor liberación y comunión. Este tipo de educación tiene sus leyes: primacía de la praxis; respeto por la libertad responsable del sujeto; la educación como algo continuo y permanente; democratización cultural; reconocerse los educandos como creadores de la historia y como protagonistas de la misma; culminación de la educación en su proceso de liberación humana. Esta modalidad de educación exige una pedagogía especial: la comunicación no puede ser la comunicación de un contenido elaborado previamente; el educador debe convertirse en un animador: su papel es el de interpelar al grupo o la comunidad; generar procesos que estimulen el crecimiento de sus educandos en todas las dimensiones (bio-psico-socio-cultural-axiológico-trascendente), respetar los tiempos personales de los mismos así como la capacidad de decidir de forma autónoma, fomentar el apropiamiento de la historia, desarrollando al máximo sus cualidades creativas y transformadoras de la realidad. (Vidal, M. 1979).
Finalmente, me gustaría cerrar este artículo animando a encontrar caminos renovados en educación sexual que hagan énfasis en lo que une y no tanto en la diferencia, sin dejar de lado la especificidad del pensamiento cristiano.
Agustín Bergeret
Referencias bibliográficas
ANEP/CODICEN (2006). La incorporación de la educación sexual en el Sistema educativo formal: Una propuesta de trabajo. Uruguay.
AUDEC, (2004). Para un plan nacional de Educación Sexual y afectiva, Montevideo.
AUDEC, (2013). “Marco conceptual del Plan de Educación Sexual desde una perspectiva cristiana”, Uruguay.
Badilla, A. E., & Torres, I. (2004). La protección de los derechos de las mujeres en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos.
Barceló, M. G., & Redon, J. M. (2000). Desconócete a ti mismo. Programa de alfabetización emocional. Ed. Paidos.
Equipo Arquidiòcesano de Colegios Católicos. (1998). “Grandes líneas para la Educación en el amor en los Colegios Católicos”. Uruguay.
França, O.; Galdona, J. Introducción a la ética profesional. Paraguay, Paulinas. (1998).
OMS, (2000). “Promoción de la Salud Sexual. Recomendaciones para la acción”. Guatemala.
Organización Mundial de la Salud, (1993). "Habilidades para la Vida". Fundación EDEX. España. Extraído de https://www.habilidadesparalavida.net/
Vidal Marciano, (1979). Ética de la Persona, Tomo II-Moral de Actitudes. PS Editorial. Madrid. Cuarta Edición.
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