Año 2022, agosto, 19. Foro N° 12.
En la época que vivimos, han sido frecuentes los escándalos que salen a la luz pública, referidos a abusos sexuales que han ocurrido y ocurren dentro de la Iglesia católica. Este proceso de transparencia ha sido consecuencia también, de un cambio radical promovido desde la jerarquía de la misma, para el tratamiento de las denuncias que llegan. No obstante, muchas preguntas siguen ocupando la mente de mucha gente ¿El celibato eclesiástico obligatorio no será la causa de estos males? ¿Qué relación existe, si es que existe, entre la homosexualidad en la Iglesia y los abusos sexuales? y otras varias.
Me parece interesante poner a disposición algunas de las respuestas que ha dado el Psicólogo P. Stéfano Guarinelli (*) en una entrevista que le realizaron sobre estos temas, que nos dejan elementos para reflexionar y nos permiten separar a su vez estos tres conceptos que no necesariamente están vinculados entre si.

Afirma este profesional: “si tenemos un problema y queremos investigar sus raíces de forma rigurosa, debemos suspender los prejuicios y las ideas preconcebidas, pues de lo contrario esa investigación será defectuosa y su resultado poco fiable. ¿Es el celibato la causa de tantos males? ¿Queremos entender cómo son las cosas? Tal vez sí, tal vez no, pero la única manera de entender qué camino tomar es razonando, reflexionando, investigando y, sobre todo, examinando las muchísimas variables en juego” (...) “Personalmente creo que el celibato en sí mismo no es un valor y que se convierte en uno si y sólo si es un celibato ‘por el Reino’. Esta calificación es muy importante y no puede pasarse por alto. Si falta, el celibato puede ser un verdadero problema. Por tanto, de un sacerdote célibe habrá que valorar si su celibato es auténticamente ‘por el Reino’. No es obvio, y mucho menos automático”. (Guarinelli, 2022)
¿Qué implica el celibato, desde el punto de vista psicológico, para un sacerdote?
Él responde sintéticamente: “en primer lugar, algunas limitaciones desde el punto de vista afectivo y sexual, pero éstas son bien conocidas. En segundo lugar, algunas limitaciones desde el punto de vista de la identidad: son menos conocidas, pero no son menos relevantes que las afectivas y pueden provocar problemas importantes si no se reconocen. En tercer lugar, una aproximación singular a la realidad y a las relaciones interpersonales, que puede llegar a ser muy importante y significativa para la vida espiritual y social, donde el ‘puede’, sin embargo, significa que ese paso no se da por sentado y, por tanto, debe ser elegido y, sobre todo, cultivado. De lo contrario, del celibato se corre el riesgo de captar sólo la naturaleza ‘limitante’ y, por supuesto, vivir así se convierte en algo penoso y frustrante. A no ser que exaltemos la penalización y la mortificación como si fueran un valor y, lo que es peor, un valor cristiano. No excluyo que en la historia del cristianismo haya ocurrido esto, con el riesgo de hacer coincidir el ascetismo con una especie de masoquismo más o menos velado. Está claro que en estas condiciones el celibato no tiene sentido, por lo que ni siquiera es sostenible. Quisiera subrayar que en el centro de la ética cristiana no está la mortificación sino ‘el don de sí mismo’, y que no son la misma cosa”. (Guarinelli, 2022)
Considera que ¿puede existir un enfoque casi maníaco sobre el celibato en los medios de comunicación, en el público y en algunos sectores de la Iglesia? “Creo que hay muchas variables en juego y que al referirse unas a otras despiertan y reavivan ese interés que, de hecho, hasta parece insólito. Hay problemas, y sería imprudente ignorar que existen. Sin embargo, algunos de esos problemas – en mi opinión - no provienen directamente del celibato, sino de la forma en que la cultura presenta la afectividad y la sexualidad. Un cristiano no puede alejarse de ciertas instancias de la cultura, aunque lo desee, ya que la cultura - le guste o no - es un poco como el aire que se respira. Culturalmente, el vínculo entre la experiencia emocional y la experiencia sexual ya no se da por sentado. La sexualidad extramatrimonial, e incluso la sexualidad ‘extrapersonal’, siempre han existido, pero hoy gozan de una importante legitimación de la que antes no disfrutaban. El acceso a la experiencia sexual es mucho más ‘fácil’ y no requiere de participación. Personalmente, considero en este estado de cosas una banalización de la sexualidad y un ‘error antropológico’, incluso antes de ser teológico. Sin embargo, no cabe duda de que quien opta por el celibato y vive en esta cultura no puede permanecer insensible a ciertos mensajes, que en cualquier caso son persuasivos y acaban atrayendo incluso a quienes no los suscribirían y que, de palabra, quizá sigan sin suscribirlos. De ahí que aceche el riesgo de vivirlos de forma transgresora o en la condición de una doble vida. Y esto, al final, crea muchos problemas. Y cuando uno se da cuenta de ellos, aparecen en los titulares. Simétricamente, diría que el celibato puede representar una impugnación más o menos velada de esa cultura afectiva y sexual. Y cuestionarlo, sobre todo cuando es evidente que ‘no funciona’, podría responder a un intento de legitimar la inalienabilidad de una determinada forma de vivir la sexualidad, con o sin relación afectiva. Que es entonces una forma de justificarse y de justificar su derecho a la desvinculación”. (Guarinelli, 2022)
¿Superar el celibato obligatorio sería una solución para superar el tema de los abusos sexuales en la Iglesia? “No encuentro una conexión directa entre el celibato y el abuso, pero sí hay una analogía muy fuerte entre el abuso y el acoso. En ambos casos - el maltratador y el acosador - se trata básicamente de dos personas impotentes, a nivel general y, por tanto, también a nivel psicosexual. En este sentido, el celibato puede ser cómplice de, al menos, encubrir el problema, silenciando aparentemente esa impotencia. Dado que, desgraciadamente, el maltrato también está muy extendido dentro de las experiencias no célibes, es necesario, en mi opinión, evaluar diferentes formas de hacer formación respecto a las conductas abusivas. Si eliminamos uno de los cómplices - el celibato - no eliminamos al delincuente. Por lo tanto, el delito puede perpetuarse. Sea como fuere, la Iglesia tiene el deber de garantizar que a nivel formativo se intercepte esa complicidad. Despejemos el campo de los malentendidos: la homosexualidad y el abuso sexual no son una pareja”. (Guarinelli, 2022)
¿Qué relación existe, si es que existe, entre la homosexualidad en la Iglesia y los abusos sexuales?“Como escribí en el libro ‘Homosexualidad y Sacerdocio’, considero que la de homosexualidad es una etiqueta que, sin una interpretación adecuada dice muy poco sobre lo que realmente sucede en la personalidad de esa persona que dice que lo es, pero quizás no lo es; que lo es, pero no lo dice; que lo es, pero no lo sabe; etc. En la actualidad, incluso desde la legitimación cultural de la homosexualidad, me gustaría decir lo mismo de la heterosexualidad. Dicho esto, añadiría una segunda premisa importante: cuando hablamos de abusos sexuales deberíamos, al menos desde un punto de vista clínico, distinguir entre pedofilia y efebofilia, pero en los medios de comunicación rara vez se menciona esta última categoría, mientras que la primera - la pedofilia - se utiliza como si coincidiera, en la Iglesia, con el fenómeno de los abusos por parte de los sacerdotes. En cambio, ocurre lo contrario. Dicho esto, en la correlación estadística entre el maltrato y la homosexualidad, hay que reconocer, por tanto, que en ese caso se trata de un comportamiento homosexual, pero no necesariamente de personas con orientación homosexual. Esto puede parecer una aclaración de carácter quisquilloso, pero no lo es. En los casos de efebofilia, de hecho, es más probable que la persona afectada se oriente hacia otra del mismo sexo. Pero esto depende del dinamismo subyacente y no de la orientación en sí. Por lo tanto, una vez más, es necesario interpretar los datos. Además, en el caso de los sacerdotes, hay que evaluar si la correlación está también vinculada a otras variables. Por ejemplo: es probable que el sacerdote tenga más frecuentaciones con grupos de chicos, masculinos, en contextos de proximidad que con chicas: un oratorio de verano, un campamento, una salida con monaguillos pueden crear situaciones de proximidad que serían más difíciles de producir con chicas. Sin embargo, las condiciones patológicas, como la pedofilia y la efebofilia, tienen un problema con los límites, tanto psíquicos como físicos. Y cuando éstas se rompen -dormir en la misma habitación, acompañar a los chicos a la piscina - la vulnerabilidad y el riesgo de perder el autocontrol pueden ser mayores”. (Guarinelli, 2022)
Los abusos sexuales son probablemente el fenómeno más dramático que vive la Iglesia, pero no el único.
“El abuso sexual es una tragedia - para las víctimas, en primer lugar - pero no es el problema más dramático. Lo que sí es la repercusión que tiene en la opinión pública, en parte por la torpeza con la que se ha manejado dentro de la Iglesia. (…) Creo que el problema más extendido es el de la identidad: es decir, la percepción de una cierta insignificancia social que, desgraciadamente, no se resuelve de forma espiritual, como creo que debería ser. La ‘culpa’ está en los siglos de historia que han concedido a la Iglesia y a sus ministros un papel, incluso social, que los ha privilegiado, pero, por desgracia, también en detrimento del Evangelio. La identidad psicológica - el Yo - es un dinamismo central de la personalidad y su debilidad allana el camino a las compensaciones. El poder es uno de ellos y, en contra de la creencia popular, nace de la debilidad, no de la fuerza. Como he mencionado antes, el poder del matón es el de los impotentes. No es un acto de fuerza, sino de intimidación. Si no captamos la necesaria evolución en un sentido genuinamente espiritual de esa pérdida de identidad, no resolveremos esos problemas, sea cual sea la forma que adopten” (Guarinelli, 2022)
Es importante, para los cristianos evitar mimetizarnos con los planteos y razonamientos simplistas que escuchamos a diario en los medios de comunicación o en el boca a boca. Estamos refiriéndonos a tres realidades bien distintas que no tienen relación de causa-efecto entre si. Y no sólo eso, sino que tanto el celibato como la homosexualidad son realidades bien complejas que cada una de las mismas tienen lógicas propias y que no necesariamente se retroalimentan. Por otra parte, cuando nos referimos al ‘abuso sexual’ entramos a describir un fenómeno también complejo, con características delictivas y multicausal que ocurre no sólo dentro sino también fuera de las instituciones religiosas.
Por último, invitaría al lector a poder ampliar la mirada sobre los fenómenos antes referidos para lograr un análisis de las situaciones que ocurren, buscando entender cada una de estas tres realidades aludidas, de forma totalmente independientes unas de otras.
Agustín Bergeret
Referencias bibliográficas
Guarinelli, P. Stéfano. Entrevista realizada. ZENIT. Roma. Junio 7, 2022. Traducción del original en lengua italiana realizado por el P. Jorge Enrique Mújica, LC, director editorial de ZENIT
Nota (*): Stefano Guarinelli, es miembro como psicólogo clínico del equipo de orientación psicológica del Seminario Arzobispal de Milán y profesor permanente extraordinario y director de la sección paralela de la Facultad de Teología del Norte de Italia del mismo seminario, donde enseña Introducción a la Psicología y Psicología Pastoral. Licenciado en Psicología por la Pontificia Universidad Gregoriana y habilitado para ejercer en la Universidad La Sapienza, es profesor de la Escuela de Formadores de Salamanca (España) y profesor invitado en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, en la Pontificia Universidad Salesiana y en la Escuela Adleriana de Psicoterapia de Turín. Es editor de la revista de psicología, espiritualidad y formación Tredimensioni.
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