Año 2022. Octubre, 15. Foro N° 14.
En los últimos años se ha producido una revolución individualista afirma Lipovetsky. Esto ha llevado a un cambio social importante que ha afectado las costumbres y los hábitos, donde los valores individuales tienden más hacia la introspección, la preocupación por el self y la producción del placer: el máximo de elecciones privadas posibles, el mínimo de austeridad y el máximo de deseo, la menor represión y la mayor comprensión y aceptación posible, valores hedonistas. (Lipovetsky, 1986). Y sigue describiendo: hoy todo lo que produce placer y bienestar al ser humano es lo que recibe toda la atención; asistimos a una época del cuidado del self. el lugar central de la erotización y del consumo sexual es también característico de esta época. El cuerpo pasó a ser nuestra identidad profunda. (Lipovetsky, 2006).

A su vez, Bauman describe esta cultura como altamente consumista, donde se privilegia la inmediatez y la impaciencia, el use y tira, una baja tolerancia a la frustración, una inestabilidad en los deseos y la insaciabilidad de las necesidades en un corto plazo, se ha acelerado una pérdida en los límites entre lo público y lo privado, se acentuó una alergia al compromiso. Los valores de la sociedad de consumo se orientan al corto plazo y a la gratificación inmediata; lo novedoso se eleva por encima de lo perdurable. (Baumann, 2007 y 2008).
Aparecen preguntas entonces, como las siguientes: ¿Qué valor tienen los límites en el campo de la sexualidad? ¿aumentan la frustración o permiten el crecimiento? ¿Mi libertad se alimenta sólo del deseo y de la satisfacción de necesidades?, ¿Es constructivo un consumo indiscriminado y un cuidado del cuerpo con ausencia de límites? ¿Tienen sentido las renuncias en lo referente a lo sexual? ...
Es oportuna aquí la afirmación que hace Francisco en Amoris Laetitia:
“La educación de la emotividad y del instinto es necesaria, y para ello a veces es indispensable ponerse algún límite. El exceso, el descontrol, la obsesión por un solo tipo de placeres, terminan por debilitar y enfermar al placer mismo, y dañan la vida de la familia”. (Amoris Laetitia, 148)
El pensamiento cristiano ha reivindicado siempre, el valor de la renuncia voluntaria como dadora de vida y expresión del amor, que toma sentido en la cruz y sólo desde allí el cristiano encuentra la orientación de vivir y de amar. Son oportunidades para crecer. En este sentido, creo oportuno destacar el valor de ‘los límites y de la renuncia voluntaria’ que se insertan en la experiencia humana como oportunidades para crecer en el amor y en la libertad.
Como sostiene De la Torre, J. (2021): Los límites se dan en muchas áreas de lo humano. Todos aprendemos lo importante de poner límites. El límite tiene el valor de conducir a la maduración de la libertad, atenuar los excesos del yo, sus obsesiones y su fragmentación. No ha de suponer una mutilación, sino un estímulo para ir siempre más allá. Por ello, deben ser límites constructivos para caminar, no muros que anulen el crecimiento. Y enumera varios límites en el campo de la sexualidad, para ayudar al ser humano a crecer, que propone evitar:
La presión de los otros (amigos, cultura, pareja, etc) para vivir una sexualidad de manada, y no como decisión personal.
La obsesión por lo sexual, que lleva a dejar de lado otros placeres de la vida.
La instalación exclusiva en el presente, que vuelve imposible todo proyecto, compromiso, aventura compartida, que lleva a desconfiar de que el amor perpetuo es una quimera.
Vivir la sexualidad marcada sólo por la satisfacción inmediata, buscando escapar del aburrimiento y de la rutina.
Pensar la sexualidad sólo como coital, que lleva a un empobrecimiento de la vivencia real de la sexualidad.
La pornografía, que tiende a deformar la realidad y lleva a un incremento en el consumo de conductas de riesgo: sexo sin condón, sexo en grupo, sexo con violencia, sexo sin consentimiento, conductas ilícitas, etc.
Una sexualidad poco consciente, que lleva a un descontrol sexual que desemboca en relaciones sexuales no consentidas por acoso, seducción, presión, abusos y violencia.
Una sexualidad poco dialogada, que limita la comunicación íntima y consensuada.
La desigualdad sexual, que lleva a tratar al otro como propiedad, objeto o trofeo.
Relaciones sexuales sin afecto, que causa daños al otro y que no permite un placer compartido para ambos.
La deslealtad y la mentira, que elude un compromiso real con el otro.
Por último, animo a todos aquellos educadores que se dedican a la Educación Afectiva Sexual a permitirse una mirada distinta de lo que significa educar, y que integren a la Educación Sexual, la novedad evangélica del misterio de la Cruz: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, no da vida. Pero, si muere da mucho fruto” (Juan 12,24). Junto a una revalorización de la dimensión del placer como vitalizadora del crecimiento y de la autoestima del ser humano, es necesario que se de sentido a las renuncias y a los límites es el desarrollo de la sexualidad, como experiencia que genera libertad, templanza y un crecimiento en la dimensión del amor que enriquece y da sentido al ser humano.
Agustin Bergeret
Referencias bibliográficas
Bauman, Zygmunt. (2007). Vida de Consumo. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
Bauman, Zygmunt. (2008). Los retos de la Educación en la modernidad líquida. Editorial Gedisa. Barcelona.
Biblia Latinoamericana. Ediciones Paulinas Verbo Divino, España. (1974)
De la Torre J. Límites al sexo. Sí, por favor. Sal Terrae 109. P. 609-621. (2021)
Exhortación Apostólica Amoris Laetitia. Roma. (2016)
Lipovetsky, Pilles (1986). “La era del vacío”. Barcelona, Anagrama.
Lipovetsky, Pilles (2006). “Los tiempos hipermodernos”. Barcelona, Anagrama.
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