Año 2022, 8 de Julio. Foro N° 9.
La época que vivimos se halla caracterizada por una alta acentuación de la búsqueda del placer como un derecho y por un mundo vertiginoso que nos desafía en la disponibilidad del tiempo y en la administración del dinero, que como consecuencia ha cambiado las prioridades de muchas personas y parejas. A esto se le suma, una mayor conciencia sobre los desequilibrios psicológicos que inciden en la salud mental de las mujeres, a la hora de tener sus hijos y la necesidad de desarrollarse humanamente como mujeres, sin mimetizarse con el rol de ‘madres’, como una cuestión de derechos.

Como afirma el sociólogo Lipovetsky el mundo y la época que transitamos se halla caracterizada por una revolución individualista. Esto ha llevado a un cambio social importante que ha afectado las costumbres y los hábitos, donde los valores individuales tienden más hacia la preocupación por el self y la producción del placer: el máximo de elecciones privadas posibles, el mínimo de austeridad y el máximo de deseo, la menor represión y la mayor comprensión y aceptación posible, valores hedonistas, respeto por las diferencias, culto a la liberación personal, al psicologismo y a la expresión libre, la realización personal y el respeto a la singularidad subjetiva (Lipovetsky, 1986).
Transitamos una época donde la seducción y el encanto de la imagen ha afectado todas las esferas y rincones de la sociedad. Como producto de esta situación, hoy todo lo que produce placer y bienestar al ser humano es lo que recibe toda la atención; asistimos a una época del cuidado del self; donde la erotización y el consumo sexual tienen un lugar central; y donde la preocupación por el cuerpo conlleva a la acentuación en la vivencia de una angustia por la edad y una obsesión por la salud. (Lipovetsky, 2006)
Todo esto, ha naturalizado con mayor énfasis la importancia de vivir la maternidad y paternidad responsable, buscando un difícil equilibrio entre los cónyuges que a la hora de planificar la vida en pareja, el tema de los hijos muchas veces no está entre las prioridades y se posterga en pro de asegurar primero, otros aspectos que han cobrado mayor relevancia en esta cultura occidental (la libertad, los derechos, el cuidado de la salud y del cuerpo, el bienestar económico, el desarrollo de la mujer en otros planos diferentes al de ‘ser madre’, etc.).
En medio de esta realidad, surgen varios desafíos a los que nos enfrenta el pensamiento cristiano ¿cómo vivir el evangelio en esta época con autenticidad sin traicionar la esencia misma del ser humano? ¿Cómo hacer un discernimiento responsable sobre la decisión de concebir hijos o no? ¿Cómo propiciar caminos de crecimiento y gradualidad hacia la utopía que nos ha propuesto Jesús?
Cuando nos referimos al ejercicio de la paternidad y maternidad responsable, hablamos de una toma de conciencia acerca de ¿cuándo sería el momento más apropiado para que nazcan los hijos?, ¿qué condiciones deberían existir en la vida de esa persona, pareja o familia como para permitir acoger, cuidar y amar, la posibilidad de un nuevo/a hijo/a?, ¿Cómo lo hacemos?, etc.
Desde las concepciones de Salud vigentes,

Subrayemos algunos aspectos que destacan: la biotecnología de la salud ha avanzado muchísimo, favoreciendo que cada persona pueda ejercer decisiones responsables y libres que garanticen el ejercicio de derechos de las personas y eviten traer al mundo vidas no deseadas. A su vez, las investigaciones y avances en salud han permitido avanzar en ayudar a solucionar aspectos de la concepción que colaboran con las parejas en la posibilidad de tener hijos, cuando se tienen dificultades de salud.
Por otra parte, las ciencias de la salud proveen y colaboran para que madres y padres puedan realizar aquellos cuidados en salud, que son necesarios y adecuados para que todo el proceso (antes, durante y posterior a la concepción) pueda realizarse de la forma más saludable posible.
Desde las concepciones de derechos,
Es oportuno explicitar algunos de los derechos sexuales y reproductivos fundamentales propuestos por la OMS, para los seres humanos, relacionados con el tema:
El derecho a la toma de decisiones reproductivas, libres y responsables. Esto abarca el derecho a decidir tener o no hijos, el número y espaciamiento entre cada uno, y el derecho al acceso pleno a los métodos de regulación de la fecundidad.

El derecho a información basada en el conocimiento científico. Este derecho implica que la información sexual debe ser generada a través de la investigación científica libre y ética, así como el derecho a la difusión apropiada en todos los niveles sociales.
En síntesis, al tomar conciencia de estos derechos, funcionan como un llamado a la conciencia humana, para que no nos olvidemos de que todo ser humano debería tener garantizado el poder decidir libremente sobre estos asuntos.
Desde las concepciones de bioética.
Si aplicamos el llamado ‘Principio de Beneficencia’, ningún educador tiene derecho a imponerle a nadie sus ideas del bien. Por lo cual, se vuelve muy importante conocer lo que el destinatario desea y valora para sí mismo, así como ayudarles a desarrollar un suficiente espíritu crítico que le permita discernir lo mejor para si mismo.

El ‘Principio de Autonomía’ proclama la categoría de sujeto moral de todos los individuos, y por tanto, su derecho a la libertad de conciencia, a la libre expresión de sus opiniones y a la toma de decisiones en un ámbito de diálogo, respeto y privacidad, que favorezca la reflexión y la deliberación, En este sentido, ninguna autonomía de elegir se puede realizar desde la ignorancia, por lo cual todo lo que ayudemos a informar en su integralidad, estaremos ayudando a despertar el sentido crítico de esa persona.
Desde la concepción cristiana de la sexualidad,
importa no desconocer algunas premisas específicas que la Iglesia ha enseñado y que atañen a esta temática:

La paternidad y maternidad responsable es ubicada por el Concilio Vaticano II esencialmente sobre la libertad de conciencia de los seres humanos. Nos lo recuerda el Papa Francisco: “La paternidad responsable no es procreación ilimitada o falta de conciencia de lo que implica educar a los hijos, sino más bien la facultad que los esposos tienen de usar su libertad inviolable de modo sabio y responsable, teniendo en cuenta, tanto las realidades sociales y demográficas, como su propia situación y sus deseos legítimos”. (Amoris Laetitia, 167).
Esto conlleva una tarea ineludible y asociada, que es la formación del espíritu crítico para lograr buenos discernimientos. Por esto, se propone: “La elección responsable de la paternidad presupone la formación de la conciencia que es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que este se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquella (Gaudium et spes, 16)”. (Amoris Laetitia, 222) En este sentido deberán tener en cuenta la capacidad de recibir y de acoger, a un nuevo ser en su familia; la salud de la mujer, para llevar adelante la tarea física y psicológica del embarazo; la existencia de otros hijos en la familia, en relación al número de ellos, a sus necesidades, sobre todo en lo afectivo; la situación económica por la que la familia atraviesa en ese momento, la estabilidad laboral, el contar con un sueldo que les permita vivir con dignidad, etc.
Si bien, son diversos los contextos humanos y familiares, el pensamiento cristiano ubica la capacidad de procrear a los hijos como una misión esencial del amor conyugal, como un horizonte hacia el cual los seres humanos deberían tender, como utopía. Al respecto se afirma: “Con la Encíclica Humanae Vitae, se puso de relieve el vínculo íntimo entre amor conyugal y procreación: El amor conyugal exige a los esposos una conciencia de su misión de paternidad responsable sobre la que hoy tanto se insiste con razón y que hay que comprender exactamente (Amoris Laetitia, 68).
Si hacemos presente el sentido profundo de la experiencia sexual es importante recordar que una ‘experiencia sexual responsable y humanizadora’ debe contemplar tres dimensiones complementarias: ‘la personal’ (la experiencia sexual es un compromiso personal entre los que tiene relaciones sexuales), ‘la social’ (es un compromiso de la pareja con la sociedad y de la sociedad con la pareja) y ‘la espiritual’ (es un compromiso con Dios-Amor que nos llama a vivir integralmente el Amor en la vida de pareja abierta al mundo). “El ejercicio responsable de la paternidad exige, por tanto, que los cónyuges reconozcan plenamente sus propios deberes para con Dios, para consigo mismos, para con la familia y la sociedad, en una justa jerarquía de valores” (Amoris Laetitia, 68)
En la convicción de que los seres humanos no somos dueños de la vida, sino solamente administradores de la misma, el Magisterio eclesial ha insistido desde la Encíclica Humanae vitae, en el uso y disposición de aquellos métodos anticonceptivos que estén más abiertos a la vida. En este sentido en la Encíclica Humanae Vitae se ha afirmado: “Se ha de promover el uso de los métodos basados en los ritmos naturales de fecundidad” (Humanae vitae, 11). No obstante, hoy han surgido teólogos que sostienen que se vuelve necesario ampliar, desarrollar y complementar esta perspectiva del Magisterio católico para hacerlo más cercano a muchos católicos y muchos hombres y mujeres de buena voluntad que ni comprenden ni aceptan algunos puntos del mensaje de la Humanae vitae. Es así que, partiendo de los nuevos aires de apertura, acogida y comprensión surgidos con Amoris laetitia, el teólogo Francisco de la Torre, presenta una reflexión crítica sobre la vigencia de las condenas doctrinales a los métodos anticonceptivos, que se recogen en la Humanae Vitae 14. Y anima especialmente a la Iglesia a afrontar una actualización de las normas, directrices e interpretaciones, con amplitud de miras, ya que muchos de los comportamientos que en el pasado parecían pecaminosos, cincuenta años después, ya no se ven como tales. (Torres J. 2018, 677).
No perdiendo de vista el significado de los hijos en el pensamiento cristiano, es importante recordar lo que se afirma en Amoris Laetitia: “Las familias numerosas son una alegría para la Iglesia. En ellas, el amor expresa su fecundidad generosa”. (Amoris Laetitia, 167) “Los hijos son un maravilloso don de Dios, una alegría para los padres y para la Iglesia. A través de ellos el Señor renueva el mundo”. (Amoris Laetitia, 222)
Por último, si bien uno de los roles del estado es garantizar el derecho efectivo de los ciudadanos, también en el ámbito de la anticoncepción, en Amoris Laetitia se ha expresado: “La Iglesia rechaza con todas sus fuerzas las intervenciones coercitivas del Estado en favor de la anticoncepción, la esterilización e incluso del aborto”. (Amoris Laetitia, 42) Refiriéndose así, a toda aquella imposición que recorte la libertad de conciencia de los seres humanos y su capacidad de decidir libremente.
Es mucho más, lo que nos une …
Quisiera destacar en primer lugar la complementariedad existente entre los cuatro análisis realizados anteriormente, que no se contradicen entre si; sino más bien se enriquecen mutuamente. Una vez más, quisiera explicitar aquí, algunas cercanías de pensamiento que unen a la 'educación sexual laica oficial' y 'la educación afectivo sexual católica', al referir a esta temática.

En ambos tipos de educación existe una preocupación por el tema maternidad y paternidad responsable.
Así como también una preocupación para que los educandos reciban la información sobre anticoncepción lo más veraz y completa posible, basada en las mejores evidencias de salud disponibles, para que puedan discernir con espíritu crítico lo que más les conviene para sus vidas, según el momento vital que transitan.
Ambos tipos de educación ubican la educación hacia la maternidad y paternidad responsable, como un ejercicio de la libertad en la toma de decisiones, como algo personal e intransferible de cada ser humano.
Existe sintonía en considerar ‘la fecundidad’ como uno de los ‘fines’ de las relaciones sexuales, y existe coincidencia en que no es el único.
Por último, confluyen en la necesidad de preparar al educando para la maternidad y la paternidad de la forma más responsable y disfrutable posible, promoviendo también información sobre el embarazo, el parto y el puerperio y su importancia por vivirlo de manera asertiva y responsable.
Algunas especificidades que agrega el pensamiento cristiano …
Al considerar el sentido profundo de la experiencia sexual ‘responsable y humanizadora’ el sentido cristiano le suma una dimensión más a ‘la personal’ y a ‘la social’. Nos referimos a la dimensión ‘espiritual’; es decir la experiencia sexual es también un compromiso con Dios-Amor que nos llama a vivir integralmente el Amor en la vida de pareja abierta al mundo.
La ‘fecundidad’ es un don, un regalo que Dios comparte con el hombre y la mujer, a quienes invita a coparticipar con El mismo.
La vida humana es un valor precioso que exige que ésta sea respetada y cuidada desde el momento mismo de su inicio, esto es, desde el momento de la concepción.
Los hijos no son sólo un derecho de los esposos, sino primordialmente un don de Dios.
Existe una insistencia en promover el uso de aquellos métodos anticonceptivos que estén más abiertos a la vida, porque respetan el cuerpo de los esposos, y que fomentan el afecto entre ellos, favoreciendo la educación de una libertad auténtica. (Amoris Laetitia, 222)
Algunos aspectos que propongo para la acción …
Finalmente, y a modo de conclusión, esbozaré algunos aspectos que considero esenciales destacar para que, el anuncio evangélico pueda ser posible en esta temática desde un enfoque liberador y no desde un enfoque fundamentalista.
Ayudar a los educandos a recuperar el sentido profundo de la experiencia sexual ‘responsable y humanizadora’ en sus distintas dimensiones: ‘la personal’, promoviendo la experiencia sexual como un compromiso personal entre los que mantienen relaciones sexuales; ‘la social’ como un compromiso de la pareja con la sociedad y de la sociedad con la pareja, donde deben retroalimentarse y garantizarse las condiciones, para que la generación de la descendencia sea acompañada por el entorno social en el que se está inmerso; y ‘la espiritual’ como ese compromiso con Dios-Amor que nos llama a vivir integralmente el Amor en la vida de pareja abierta al mundo.
Para acompañar a los seres humanos en su singularidad y su libertad, se vuelve imprescindible hacerlo respetando cada proceso en la situación concreta de cada persona humana, promoviendo pasos graduales hacia la utopía cristiana.
Esto significa un cambio radical en la pedagogía que se utiliza para acompañar y realizar el anuncio evangélico. Siempre, son las propias personas quienes deciden sobre sus vidas y sus actos frente a Dios, siguiendo las ideas de bien que tienen, sin imponer las ideas de bien que la Iglesia considera que son las verdaderas o adecuadas.
Para esto es necesario promover el espíritu crítico que ayude a formar una conciencia justa, recta y verdadera. Esto permitirá madurar en cada persona, buenas decisiones frente a su vida y frente a sus situaciones vitales. ¿De qué se estaría hablando cuando decimos conciencia justa, recta y verdadera? Refiere a que no alcanza con decidir sólo por buena intención, sino que además debería existir un discernimiento previo acerca de aquello sobre lo que se quiere decidir. Pero, aún así no es suficiente, pues podría estar decidiendo desde una conciencia ignorante con buena voluntad. Por tanto, se vuelve imprescindible que ese ser humano se preocupe por informarse críticamente lo mejor posible, para errar en su discernimiento lo menos posible.
El papel del educador consiste entonces, en ‘educar en la libertad y para el amor’, por tanto, su misión sería informar y ayudar a reflexionar a las personas para prepararse para la toma de decisiones conscientes y responsables relacionadas a la sexualidad y a la procreación. No correspondería al educador promover el uso de un método u otro, ni debería tampoco dar a entender que estaría habilitando una actividad sexual o censurándola. Su responsabilidad se centraría en facilitar una reflexión integral sobre el tema que garantice al educando tener todos los elementos en juego para realizar un adecuado discernimiento.
Es necesario entregar al educando toda la información de forma veraz respecto a los métodos anticonceptivos existentes, así como funcionan, sus efectos secundarios, etc. Es parte también del discernimiento que el mismo deberá realizar.
El primer criterio a tener en cuenta para la elección de tal o cual método anticonceptivo será siempre la decisión de la persona que debe elegir, de acuerdo a la situación concreta de la misma y sus circunstancias.
Cuando se afirma promover el uso de métodos más abiertos a la vida, no se impone como obligación, sino más bien como norte y utopía en el discernimiento y en el acompañamiento de los procesos que serán graduales.
Por último, quisiera concluir este artículo, advirtiendo a los educadores católicos sobre algo que el Papa Francisco ha mencionado: “Con frecuencia la educación sexual se concentra en la invitación a ‘cuidarse’, procurando un ‘sexo seguro’. Esta expresión transmite una actitud negativa hacia la finalidad procreativa natural de la sexualidad, como si un posible hijo fuera un enemigo del cual hay que protegerse”. (Amoris Laetitia, 283). Esto no significa, no educar en la paternidad y maternidad responsable. Es ante todo un llamado a insistir más desde nuestro rol educativo, en la maravilla de la vida que significan los hijos, ayudando a los educandos a prepararse para el rol de padres y madres con responsabilidad y esperanza.
Agustín Bergeret
Referencias bibliográficas
Exhortación Apostólica Amoris Laetitia. Roma. (2016)
Lipovetsky, Pilles (1986). “La era del vacío”. Barcelona, Anagrama.
Lipovetsky, Pilles (2006). “Los tiempos hipermodernos”. Barcelona, Anagrama
OPS/OMS/WAS, (2000). Promoción de la Salud Sexual. Recomendaciones para la acción, Guatemala.
TORRE, J. DE LA, Humanae Vitae 14: Una propuesta desde Amoris laetitia, Sal Terrae, Santander 2018, 677 pp.
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